¿Influye mi forma de ser en mi perro?

¿Qué hay de cierto en eso de que los perros se parecen a sus dueños? Existen estudios que nos muestran que el tipo de adiestramiento elegido para nuestros compañeros afecta a su personalidad y a la vez está relacionada con la nuestra.
Personalidad-perro-humano

Obviando aspectos genéticos de la conducta de nuestro perro, todos sabemos que en el momento en que llegan a nuestra vida siendo cachorros (por lo general), entran en juego otras variables que influirán en su forma de ser: si tenemos otro/s perro/s, familiares, socialización, etc.

Se dice, no obstante, que lo que más pesa es el tipo de trato que le damos. No en base a un solo aspecto de nuestra conducta o personalidad sino a un efecto combinado de estas.

Existen diferentes estudios sobre el vínculo entre los rasgos de personalidad en personas y el método de adiestramiento elegido para sus perros.

El tipo de adiestramiento repercute en el vínculo tutor-perro y la existencia o falta de problemas conductuales.

En estos estudios, las personas con problemas de agresividad o autocontrol, poco pacientes e intolerantes a la frustración, eran más propensas a métodos de adiestramiento correctivo con collares de púas, ahorques, tirones de correa, pegar el perro, etc. Esto hacía que los perros fueran a su vez más agresivos, hicieran sus necesidades en casa al quedarse solos, ladrasen de forma persistente y tuviesen agresión a los desconocidos.

Por otro lado, los perros de personas con mejor estabilidad emocional se quedaban relajados en casa o les costaba menos.

Claro está entonces, aunque se necesitan de más estudios, que nuestra personalidad y trato con ellos va a influir. Si somos nerviosos, agresivos, ansiosos, poco estables emocionalmente, sensibles o insensibles, con poco o mucho autoestima: todo eso les va a influir.

Pero las dos dimensiones más influyentes son el afecto y la disciplina que les damos.

  • Entendemos el afecto como las cariciaspalabras cariñosaspremiosmasajes, etc. Para mí, el afecto es todo aquello que nos haga pasar tiempo de calidad y fortalecer el vínculo con nuestro compañero de cuatro patas.
  • La disciplina no quiere decir ser duros con nuestro perro sino marcarle ciertos límites de convivencia, enseñarle habilidades, educarle y corregirle cuando es necesario. Básicamente, enseñarle a vivir en sociedad. Incluso hacer trabajos positivos con él como agility ya involucra disciplina.

 

 

El afecto y la disciplina dan lugar a cuatro situaciones diferentes entre tutor y perro:

1. Afecto + exceso de autonomía. Por lo general da lugar a perros con poca tolerancia a la frustración (siempre se les da todo resuelto), caprichosos, puede que agresivos con personas ajenas al círculo familiar y desobedientes. Son inestables emocionalmente debido a que por el exceso de autonomía pueden tener también falta de autocontrol. Ej.: un perro no sabe gestionar que desconocidos se le acerquen y por tanto ladra o lanza mordiscos al aire.

2. Afecto + cierta autonomía. Perros más seguros de sí mismos, se comunican con el tutor y con otros seres vivos. Más sociales y con más iniciativa y tendencia a pensar. Pueden ser desobedientes y caprichosos a momentos. Ej.: en los paseos va a la suya y solo obedece a la llamada cuando le apetece.

3. Afecto + disciplina comedida. Perros seguros de sí mismos, comunicativos, obedientes, con buen autocontrol y resistencia a la frustración. Ej.: sabe manejar distintas situaciones, obedece a la llamada, socialmente competente, te busca con la mirada cuando algo le incomoda, etc.

4. Afecto + exceso de disciplina. Perros sumisos, con pocas ganas de tener iniciativa propia por si les corrigen o castigan – tienen que medir los pasos todo el tiempo. Generalmente ansiosos, conformistas y pasivos. Suelen ser perros dependientes de sus dueños y con poca o nula autoestima, lo que da lugar muchas veces a perros miedosos o con fobias. Ej.: perros que no se separan de sus dueños para oler durante los paseos, no juegan con otros perros, cuando te vas de casa pueden llorar o bien quedarse en un rincón quietos hasta que vuelvas.

Por otro lado, se pueden dar otros comportamientos y personalidades si en lugar de ser afectivos somos hostiles con nuestros perros.

1. Hostilidad + exceso de disciplina. Puede dar lugar a perros con trastornos emocionales, poca autoestima y autoconfianza, socialmente incompetentes. Son los que más pena me dan “perros rotos“, a los que no se les ha enseñado nunca lo que es el afecto o el juego. Ej.: perros que van con la cola y cabeza gacha durante los paseos, que no se separan de la pierna del dueño y si lo hacen reciben un brutal tirón. No muestran iniciativa ni intención de socializar con otros perros o personas. Si algún perro o persona se les acerca y no saben gestionarlo se pueden mostrar “agresivos”.

2. Hostilidad + autonomía. Si se es agresivo con un perro y se le deja desfogarse con otros seres vivos… creo que no hace falta que diga más. Esto puede generar perros con poco autocontrol, poca resistencia a la frustración y mucha agresividad. En este caso no pongo ejemplo porque puede confundirse con los perros reactivos, pero un perro reactivo no tiene porqué ser agresivo ni sufrir malos tratos.

Como resumen, aporto mi granito y os digo que para mí la mejor combinación es un trato afectuoso con disciplina comedida y tanta autonomía como podamos darles con seguridad y respeto hacia el resto del mundo.

Creo que nuestro perro simplemente debe entender cuándo puede ir a la suya y cuándo estar más pendiente de nosotros, pero no estoy a favor ni de ser dictadora ni de “haz lo que quieras que aquí te espero“. Equilibrio, al final todo es equilibrio.

Espero que se hagan muchos más estudios de aquí en adelante que nos ayuden a medir nuestro trato con los animales.

 

He leído en muchas partes donde se habla también de exceso de afecto. No creo en eso. No creo en cuando adiestradores famosos dicen que hay que darle cariño solo cuando se lo ha ganado. Mi perro forma parte de mi familia, no es mi esclavo ni un mueble más en la casa. Otra cosa es que en ciertas ocasiones debamos corregirle, igual que una madre corrige a su niño si hace algo mal. 

No voy a decirle “muy bien” si ha mordido al hijo del vecino, pero tampoco voy a negarle una caricia cuando está tumbado a mi lado. 

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