Intolerancia a la frustración: ¡lo quiero ya!

Hoy en día vivimos en un mundo que no para, ni nosotros lo hacemos. La mayoría tenemos prisa todo el tiempo e incluso estando sentados pensamos lo que haremos después. En un mundo que funciona así, le pedimos a nuestro perro que sea paciente, educado y que haga todo lo que queremos, pero ¿qué ocurre cuándo él también sufre de frustración?
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¿Cómo podemos pretender que nuestro perro nos obedezca si nosotros mismos nos comemos las uñas cuando algo no sale como queremos?

Me gustaría hablar de la importancia que tiene la gestión emocional, en este caso de la frustración, en la vida de nuestro pequeño.

Hay muchísimos perros faltos de tolerancia a la frustración, más conocido como ser paciente y entender que a veces no podemos conseguir todo lo que deseamos. Esto da lugar a numerosos problemas conductuales, pero el principal se reduce en un perro “caprichoso” que si no le acariciamos, damos de comer, jugamos con él o dejamos que juegue con otros perros, etc., no sabe gestionarlo y ladra, llora y/o tiembla en un intento de finalmente conseguir lo que quiere.

Nosotros, la mayoría de las veces, como tampoco somos un ejemplo de paciencia, pecamos y, hartos de tanto gemido o ladrido, terminamos cediendo, por lo que reforzamos ese comportamiento. Así, el perro aprende que si insiste podrá obtener su premio, y si no se lo damos a la primera, pues seguirá insistiendo. Muchas veces llega al punto de que el perro está fuera de sí y no para hasta que lo consigue, o se “tranquiliza” al cabo de mucho rato, pero se le nota terriblemente agitado. Esto no es sano para el perro y tampoco para nosotros.

Niños y perros no son tan diferentes

Si un perro crece obteniendo siempre todo lo que quiere en el momento en que lo pide, es muy probable que en un futuro sea un adulto con intolerancia a la frustración. Lo mismo ocurre con los niños si nos paramos a pensarlo. ¿Cuántas veces habremos visto en sitios públicos, el pasillo de un supermercado mismo, a niños pataleando para que sus padres le compraran un polo de chocolate?

¿Qué pasaría si a ese niño siempre se le diera todo lo que quiere? ¿Si sus padres dejasen de trabajar en el ordenador siempre que el niño pide jugar? En este caso la mayoría coincidiréis en que criar a un niño así no es sano, y tampoco lo es para un perro. Pero con los perros somos más flexibles, ya que nos miran con esa carita… que es imposible decirles que no. Total, por una vez

No obstante, no debemos caer en este error. Debemos ayudarles a controlar sus emociones como adultos maduros que serán el día de mañana. Es lógico que un cachorro no tenga mucha tolerancia a la frustración, es un cachorro. Sin embargo, entrenándolo en autocontrol y no dándole siempre todo lo que quiere, le enseñaremos que a veces puede obtener un trozo de jamón mientras cortamos carne, y otras veces no. No necesitamos que el perro esté a nuestro lado mientras cocinamos dándonos con la pata constantemente o gimiendo, si lo hace, con una mirada y un “basta” por nuestra parte debería ser suficiente para que cesase.

La personalidad también cuenta

Todo depende también, igual que en humanos, de la personalidad del perro. Habrá gente que diga que ellos le dan a su perro siempre lo que quiere y que el perro nunca se ha comportado mal. Ese perro vale oro. Pero, en general, como en todo, mejor prevenir que curar. Si podemos enseñarle a nuestro perro “las adversidades de la vida“, mejor que mejor. En la naturaleza no lo tendrían todo hecho, ¿a que no?

¿Tengo entonces que pasar de mi perro cuando me pida caricias? ¿Le ignoro si me viene con la pelota en la boca? ¿Tengo que darle de comer solo cuando yo quiera y negarle atención si se relame a mi lado?

¡Claro que no! A mí me encanta acariciar a Kala cada vez que frota su cabeza contra mi cuerpo, dormir con ella, sacarla a pasear y darle todo el amor del mundo. Pero lo hago porque ella no me lo exige. Y, obviamente, porque quiero. Si ella me exigiese acariciarla hasta el punto que yo ahora no pudiese estar escribiendo estas líneas, tendría un problema. Pero no es el caso, porque está cómodamente durmiendo a mi lado.

Si tenemos ganas de acariciarle pero no nos lo está pidiendo educadamente, siempre podemos pedirle que haga alguna habilidad y luego darle la caricia, para que el mimo sea como refuerzo de nuestra orden y no de que haya insistido.

Algunos consejos para evitar que nuestro perro sea impaciente, son anticiparnos a sus necesidades antes de que nos lo pida. Por ejemplo, muchas veces lo que quiere el perro no son caricias sino que se aburre, por tanto, podemos estimularle con diversos juegos mentales y de olfato y ejercicio físico. En mi página de Instagram podéis encontrar distintos ejemplos en mis historias destacadas.

Muchas veces el perro se aburre por falta de enriquecimiento ambiental, y es cuando puede ponerse ‘pesado‘.

Podemos también enseñarle autocontrol a la hora de salir a pasear, de ponerle su cuenco de comida, antes de ir a saludar a una persona u a otro perro, etc.

“Ya, a ver, lista, ¿pero cómo hago que mi perro deje de incordiarme? Es que si no le hago caso no para”.

Lo primero sería que si el comportamiento del perro afecta a la convivencia familiar, buscar ayuda profesional. Pero algún truquito por ejemplo es lo que mencioné antes del “basta” o “stop“, como queráis llamarle. En mi caso es “se acabó“. Algún comando que signifique que el perro deje de realizar la actividad que está haciendo.

Según Patricia McConnell, un buen truco para hacer que nuestro perro nos deje en paz es darle dos palmaditas en la cabeza mientras decimos “basta” y desvíamos la mirada. Si el perro sigue, podemos hacerle un bloqueo corporal (empujarle levemente con nuestro cuerpo), aún sin mirarle. Esté método no es agresivo para nada, simplemente molesta un poco al perro, ya que los toquecitos en la cabeza por lo general no les suelen agradar.

Recordad no mirarle, puesto que si le decimos “fuera” pero mantemenos el contacto visual, el perro – por lo general – no lo entenderá y se quedará para intentar comprender lo que queremos decirle. Si desvíamos la mirada (lenguaje claro de que no quieres seguir con la interacción), lo entenderá más fácilmente.

La verdad es que este tema me resulta super interesante. La frustración y la incertidumbre es una de las muchas cosas que compartimos con nuestros mejores amigos y mi parte de psicóloga me empuja a encontrarlo fascinante. Quizá soy la única y os he dado un tostón sin sentido.

Yo espero que no 🙂

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